De las sagas de Naecodlog...

Lugar de armonía; entorno en sintonía con las cosas que vemos o sentimos.
Compartamos lo que sea; en algo tan pequeño como una flor... o tan grande, depende de como se vea.

martes, 25 de agosto de 2009

Espíritu

Si le preguntan a los ayudantes de aquellos de alta jerarquía; si le preguntan a los de alta jerarquía, o a sus superiores y escasos viejos Druidas, sin duda van responder en unanimidad y conformidad en que hay veces donde la Madre actúa en concepto de mostrar algo específico y vital...


Siempre alejado del grupo de caza, amarraba la hamaca entre dos arbolitos delgados y fuertes. Ponía a masticar un palote de yuyo mientras esperaba que se alejen las pisadas de la molesta compañía de caza; quedaba molesto unos minutos largos y descansaba.


Anteriormente tuvo problemas con la ley, varios encarcelamientos provisorios de uno o dos días en celdas temporales por atacar a la gente de armas de fuego, ganándose la dureza de su padre y visto como un rebelde por todos. Pero eso no le importaba en absoluto. Es que su abuela le inculcó el amor por la naturaleza y todo lo que confiere esta; contrario a su padre que nunca aprendió el amor por los seres más débiles y era sin más, otro de estos boinas rojas cazadores.

Muchos años estuvo enojado con su padre; el día que trajo el cadáver de una loba, enorme, más aún que las más enormes, y de brillante pelaje, la arrojó sobre un tablón y se comunicó con las autoridades para recibir la merecida recompensa. ¿Por qué recompensa? ¿Es justo criminalizar a un animal por ciegos ataques que ocurren dentro de la oscuridad del bosque? ¿Es justo si nadie la ha visto? ¿Si esa no es su naturaleza?
Ese día la abuela se fue durante largas jornadas sin dar especificaciones.


Ahora recostado sobre la hamaca, acariciaba el suave atrapa-sueños colgado de su cuello, obsequiado por su abuela no más de cinco años atrás, y sonrió. Seguramente se imaginó sonriente, porque entre la línea que separa la vigilia del sueño, es seguro a ciencia cierta que lo haya imaginado, y no movido algún músculo. Así entró en el sueño. Abrió los párpados, miró pasivamente unos segundos al sol que parecía no molestarle los ojos... no le molestaban los ojos. Los abrió más aún... y todo estaba en blanco y negro: ¡la luz estaba muerta y seguía iluminando! De un salto caía de la hamaca; desentendido notaba la destreza con que se movía, notaba el piso más cerca de lo normal; observaba... que él mismo dormía elevado sobre una madriguera de pequeños lobos. Verdaderamente le había llamado más la atención, no verse a sí mismo, sino una larga, luminosa y flexible cuerda que se amarraba por debajo de la camisa a la altura del pecho. Los detalles de la camisa, colores y botones, era tan claros... los detalles y las formas.

El instinto lo impulsó de manera súbita; corría de prisa... era el olfato trabajando. Algo que percibía en el aire, un olor diferente que en sus veinte años no recordaba olerlo; llegaba a un charco de color oscuro [en su visión monocrómica] e inmediatamente se vió bebiéndolo.
Susurros... como cintas en forma de sonidos que flotaban hasta su agudo oído. Cintas que eran cada vez más numerosas y apretaban con más fuerza, hasta que lo obligaron a dejar de beber. La fronda se sacudió al momento que aparecía un hombre como si fuera un fantasma, seguido de dos fantasmas a sus lados y portando armas de fuego. Para cuando apuntaron la presa había escapado; dejó la evidencia que los cazadores querían: la sangre.

No se agitaba. Ya era de noche y la luz apagada no iluminaba, pero la visión aguda le permitía ver la rudeza de la maleza. La sed era persistente, lo empujaba al claro del bosque; comenzó a beber, no se había atiborrado de líquido para cuando se vió reflejado. No era él: facciones alargadas, ojos redondos y fieros, claros, porte noble y pelos en abundancia. Lo que veía era algo más, pero ahora era él.
Era tiempo de pensar algo conciso ya que las risas que escuchaba no lo tranquilizaban, al contrario, los gritos de lo que parecía una joven, estarían muy cerca.
Agazapada contra un árbol, ramas que atravesaban su pulóver rosado y sucio, se cubría la cabeza con los antebrazos una joven rubia de pelo corto; las risas de un animal horrendo y nauseabundo que no la dejaban respirar y una noche color muerte. Griffin, o lo que podría ser algo de Griffin, saltó tomando una bocanada de cólera hiriendo la cruz del animal, samorreándolo y obligándolo a escapar. El miedo era más grande para la mujer, y corrió desapareciendo en la confusión.




El margen no era la opción: siendo un ser humano, Griffin se hacía con la ventaja; siendo algo que veía borroso en un lago, la aprovecharía aún más. No importaba nada si él tenía la ventaja, y en ese momento lo necesitaban. Olfateando el suelo siguió los pasos de la joven; cuatro o cinco minutos después la divisó cerca de un vehículo, y no llegaba a acercarse más a causa de sus patas que estaban desapareciendo. Su pelaje casi invisible, y todo cuanto viera, incluso la cuerda, estaban borrándose.

La abuela de Griffin se despertaba a media madrugada algo agitada, las pesadillas la acosaban seguido en ese entonces. Preparaba un té blanco y se ponía en posición de observatorio a avistar luciérnagas sobre la fronda; tejer era una alta probabilidad para amigarse con el insomnio, no tan alta cuando se apagaron las luces saltarinas que llamaron su atención. Un golpe hueco sonó cerca de la guardilla de aprovisionamiento, un tanto alejada de la casa; resguardada en la bata salió en la húmeda noche. Lo único que vió fue un poco de pelaje blanco revuelto entre el rastrillo que su hijo no guardó bien, y que ahora se asomaba sobre el follaje. Se dio cuenta de un camino hecho por gotas de sangre, como si alguien que no tenía tiempo de esperar a su sombra, volaba.
Con el pelaje en la mano, salió en busca del padre de Griffin, su hijo… los gritos los consumía el aire, porque no llegaba más que a las orejas de una pareja de topos bajo la tierra o ciempieces bajo una baldosa. Mirando el trozo de pelos vaciló; sabía que algo malo pasaba si su hijo encontraba la pequeña madriguera de lobos. Su tarea sería llevarlos lejos, siempre que el secreto se fuera con ella del brazo, porque así lo hizo siempre y la vejez de su cara ha recibido el agradecimiento hasta de los jabalíes.

Cómo se imaginó, estaba todavía durmiendo apaciblemente, pero el Griffin que miraba furtivamente desde abajo y a oscuras, se volvía más débil.
Débil por ver a sus crías indefensas, y porque si bien se movía a libre albedrío no llegaba a entender la eternidad en su corazón; aullaba. Lo último que escuchó fue el estruendo de oído a oído, el peso de su cabeza cayendo al verde pasto atravesada por la bala de un cazador, y el grito de una vieja.


Los ojos a punto de salirse, las pupilas contraídas y una desesperación súbita que llegó con la primera bocanada de aire. Los primeros segundos no se había inmutado, solo tembló y sacudió el cuerpo, algo que suele pasar por contracciones naturales o por algo que entra bruscamente al cuerpo. Se incorporó: la siguiente reacción fue mirar alrededor ignorante y ya agachado miraba por debajo de la hamaca, que no había nada de lo que pudo ser un sueño, sino una marca de tierra machacada y muerta alrededor del verde. Y cayendo vencido al suelo, quedó arrodillado largas vueltas de reloj, con la cabeza metida en el pecho, atrapado por la gravedad que le curvaba la espalda.

Hubiera querido creer, que el recuerdo de lo que podría ser un llanto en su vida, estuviera dedicado a un ser querido. Pero cuando el barro erosiona desde lo más profundo del corazón, ¿quién lo detiene?
Los Druidas han dicho que venimos al mundo sabiéndolo todo, solo que no lo recordamos; reencarnados en otro animal, tenemos que volver a cumplir el ciclo de la vida para luego olvidarlo y volver a la Madre.
Cómo una ola rompiendo en el arrecife, llegó la salitre de conocimiento al corazón triste de Griffin, comprendiendo lo que había pasado.

Más arriba que el árbol más alto del pie de la montaña, escaló su segundo hogar; porque él todo lo conocía desde su nacimiento [o tal vez de antes]. Bajó al valle del otro lado del muro de su pueblo quedando parado frente a la Laguna de las Nueces, como la llamaban los nativos. Sabía lo que buscaba, Abuela siempre le contaba historias y leyendas de ese lado de la montaña, pero la loba estaba muerta desde hace años y nada podía hacer que vuelva. La misma loba que lo enfrentó con el padre.
El ocaso llegó en unas horas. Griffin estaba en una posición tensa sentado sobre una roca caliza; ante todo el aire se respiraba muy bien de este lado de la ladera; la humedad era filtrada por la montaña haciendo del aire una cálida brisa matinal con olor avellana.

Irguiéndose en cámara lenta, giró y se fue con el corazón entre las manos y arrastrando la cabeza gacha; porque era mejor irse a esa hora que reptar en la oscuridad de rocas abruptas y de pumas.

Lo último que se puede decir de aquel día no es mucho, solo fue mucho para el corazón del muchacho que esperaba a una loba a sabiendas que nunca la encontraría, y en su lugar, contempló varias veces una loba.


Aullidos llegaban de las Nueces… voces de la eternidad que le comunicaban la continuación de la vida. Respirando el último aire seco, tomó con su mano derecha el atrapa-sueños hecho con pelo de loba que le obsequió Abuela… y sonrió.

Maxwell Walt.

6 hijos del aire libre:

Ni εїз dijo...

hola maxwell!!!

ps si tienes razon, solo es un sentimiento y como tu dices es mejor mantenerse en movimiento...

orale!! me gusto tu escrito me quede bien picada jeje

q estes genialisimo!!

saludos!! bye

Administrador dijo...

Vive Dios,que anonado me dejais,que este que novato aprende,a fuerza de ver,mira y sonriendo comprende,el largo camino vislumbrado.Salud y fuerza.

Unknown dijo...

Maxwell... hola...

Bueno el relato es tremendo...
... la naturaleza... la vida... los animales..el ser humano y la extiencion... no sólo de nuestra propia especie, sino de las otras.

.. No me gustan los cazadores... esos que lo hacen por diversión, que pagan por ello..

...y menos los furtivos..

...no entiendo la caza..

si la naturaleza.... los animales... la tierra.. el sol, la luna, las estrellas, la bondad, las leyendas de las abuelas..

.. Buen relato intenso y duro.

Besos

Anónimo dijo...

...que tema que me hace doler el corazon! no lo puedo evitar.

Maxwell, gracias por tu visita, espero que publiques la foto que tenes con Mafalda, yo todavia no pude ir...pero lo hare ni bien me desocupe un tantito.

Un beso y gracias otra vez.
Tere.

Deray dijo...

Precioso relato. tienes una casa muy linda gracias por visitarme e invitarme a venir volvere sin duda alguna. Un abrazo

Sele Rocio dijo...

Me quede anonadada que bien escribes no había tenído la oportunidad de escribir pero me gusta tu escrito


saludos