De las sagas de Naecodlog...

Lugar de armonía; entorno en sintonía con las cosas que vemos o sentimos.
Compartamos lo que sea; en algo tan pequeño como una flor... o tan grande, depende de como se vea.

lunes, 16 de noviembre de 2009

Tribulaciones del Camino

Nací de la tierra... o al menos eso creen los gigantes despiadados. No se de donde vine ni a donde voy, sólo se lo que tengo que hacer y para qué vivo.

Era muy jóven cuando comenzó mi labor y ni siquiera mi madre era capaz de adivinar a que clase pertenecía, ya que mi cuerpo no era de los más enormes pero sí de una complexión muy dura y flexible.
El tiempo de mi clasificación se acercaba por entonces si no hubiera sido por la crecida de un río, súbita e infrecuente para la época, dijeron mis mayores, que asoló hasta lo que no se podía ver y llevó a la mayoría de mi gente; en lugar de mi desgracia fue una doncella criada la que me salvó, arrojándome desde piedras escarpadas a punto de sucumbir al agua hacia un loto con primer parada a tierra firme.

Varios soles extraviado sin noticias de la colonia, asimismo las contuciones desaparecieron velozmente; no pudiendo decir lo mismo del fango pegado a mis extremidades que causaron mi atraso. Un sol mucho más brillante me reanimó a buscar la tierra seca y fresca de todo el mundo... a donde podrían haber ido: la tierra de la colina...

El solitario recorrido comenzó antes del ocaso, precisamente al trepar una hiedra más larga que una lombriz, y en seguida matuve una corta conversación con unos sujetos inagotables, que indudablemente antes de morir de cansancio por sus andares, perecerían si no acordaran el ritmo sus decenas de patas; al rato les dí mis gracias.

En primer lugar evitaría cualquier laguna conocida por muchos como resguardadora de batracios, que salvo las termitas, nadie merece acabar en su pegajosa lengua. Y como era de esperar me encontré con laberintos de enredaderas en los que pasé mucho tiempo.
Fue ahí donde hallé a dos hermanos míos, con unos soles más en edad y mutilados a causa del enorme desborde: uno perdió una pata delantera, valla problema; el otro una pata trasera y media, que rengueaba más aún. Gemelos orgullosos los llamé, porque les pedí "por favor" mi asistencia el total de veces como extremidades tengo, y hasta el final llegamos y me agradecieron.

Podría estar horas contando las grandes hazañas que experimentamos y los amigos que hemos hecho, hasta batallas con termitas solitarias... ¡pero claro!, no todo fue grato. Sucedió que en un crepúsculo, en el risco donde mandé a avistar a un buen grillo, este fue aplastado de arriba a abajo por un escorpión negro.
Fue nuestro enfrentamiento más duradero, ya que su piel era tan poderosa al igual que mis propias mandíbulas, las más aptas; ese día vencimos quince guerreros peleando a la par, aunque sufrí la baja dolorosa de mi querido amigo grillo envenenado, y mareado por este también le pedí perdón... y no lo aceptó, y me besó.


La vida me hizo del tipo guerrero porque así lo he decidido desde el momento que caminé hacia el lado opuesto del río. Aunque en la copa del último notro no había noticias de mi colonia quise comenzar a creer que fuí el primero en llegar.
Pero lo que me había llamado la atención fue un gigante, que en su tristeza musitaba el dolor de no poder llegar a la cresta de la montaña. No comprendí hasta ahora su propósito de vida, el sentido de querer llegar al pico más alto sin poder agradecer el [corto] trayecto hasta una colina.

Al quinto día, una abeja me hizo saber que los míos se encontraban del otro lado de un camino de gigantes, sin embargo... ya sería otra historia.




[ ¡Muy buenas a todos mis amigos bloggeros!
He desaparecido un tiempo gracias al trabajo que me enganchó con un anzuelo de pezca, un bien necesario =)
Disculpen si tardé en responderles, los saludaré uno por uno mientras vuelvo por estos andares =D
Abrazo cálido, y gracias siempre por sus buenas vibras.
]



Maxwell Walt.