Como siente el artista en su halo de concentración; su concentración... vacío de mente y lleno de corazón; esa chispa blanca que mantiene encendida sin reloj alguno.
Cuando el artista es uno con el arte, está de regreso al seno de la madre. No importa la táctica; la proeza, sino el exprime de la habilidad. Luciéndose de muchas formas: en la tinta de la pluma; en la tintura del pincel; en una caja acústica o en un instrumento eléctrico; o bien en el foco y la destreza física...
El día que adquirí el salto triple sobre una cornisa de la calle 15, fue un trance espléndido; tan majestuoso como único. Ese momento que al finalizarlo, tuve el lapso para reforzarlo una y otra vez: donde la claridad y el deseo de vivir se juntan; donde la seguridad es pura fuerza. 'Absorción' es todo lo que hay en el provecho del conocimiento; creo que unos minutos más tardes {porque así lo creí...} la carrera se posesionó de mis piernas y mis brazos se tornaron alas; corría. Como un triángulo fluctuaba campo de visión hasta punto de fuga; aquella mente abierta, limpia, tapada de sudor frío y risas interiores, dementes y escandalosas, no perdería ni una pizca de condensación. Con decir que descuidar el balance entre 'concentración' e 'intuición' me llevaría a la desgracia asegurada. Actuaba solamente con un paso de cordura conciente; más tarde en lo alto de un edificio imperial, frené mi celeridad... ya era tiempo de preservar mi integridad.
Mirando el atardecer de la ciudad acompañado de una anécdota anecdótica y atestadamente vivo... en la ciudad que me enseño a sobrevivir; a especular; a desarrollar el parkour, lo experimenté todo.
Comprendo que no comprendan por tanto espero que me entiendan, que en en ese lugar determinado y a esa hora local cualquiera, lo supe todo. Un instante que pasó por mi mente: -Entonces... así son las cosas. ¡Ya lo tengo!-
No puedo expresar más ni mucho menos dar explicaciones... solo queda mencionar que en ese segundo, lo comprendí...
sábado, 6 de febrero de 2010
Mente Universal
Escrito por Maxwell Walt 34 hijos del aire libre
jueves, 28 de enero de 2010
Fé
Extenuado de mil planetas,
en la sala de la nada,
mira la fuente de creación,
por una digna bendición.
Busca chispa de fé eterna,
socorrido por antiguos,
eso por lo que vale vivir,
también por lo que vale morir.
Ve un globo color piélago,
cual iris de lobo voraz,
más allá en un firmamento,
en eras de tiempo lento.
Aquel ángel de una ala,
anfitrión de emociones,
no imagina canalizar,
la energía desmenuzar.
Héroes llaman a la cancela,
-Atrévete hijo de luz-
Grandiosa vía en el hado,
allí el seno del vado.
Del cielo al ripio llegamos,
brillando la vida pasar,
con esperanza ha de guiar,
la verdad de todas las cosas.
En la grande cueva medita,
flujo del mundo encuentra,
con plena esencia bendita,
remenda las obras transpuestas.
Y las montañas vibraron...
Escrito por Maxwell Walt 28 hijos del aire libre
jueves, 17 de diciembre de 2009
La vela
Se cuenta que el noble Ping de Dsin había cumplido setenta años. Tenía un músico ciego también de avanzada edad, que además era su confidente. El noble se lamentó:
-¡Qué pena ser tan mayor! Ahora, aunque quisiera estudiar y emprender la lectura de libros importantes, y es demasiado tarde para ello.El músico ciego preguntó:
¿Por qué no enciende la vela?El noble se quedó perplejo con aquella respuesta. ¿Es que su súbdito trataba de mofarse de él? Dijo:
-¿Cómo te atreves, osado, a bromear de tu señor?La irritación del noble era evidente.
-Jamás bromearía un pobre músico ciego como yo con los asuntos del señor. No osaría una cosa tal, pero prestadme un poco de atención.El noble se calmó, y el músico ciego dijo:
-He oído decir que si un hombre es estudioso en su juventud, se labrará un futuro brillante como el sol matinal; si estudia cuando ha llegado a una edad mediana, será su futuro como el sol de mediodía; si empieza a estudiar en la ancianidad, lo será como la llama de una vela. Aunque la vela no es muy brillante, por lo menos es mejor que andar a tientas en la oscuridad.Ese mismo día el noble comenzó a estudiar.
Escrito por Maxwell Walt 41 hijos del aire libre
viernes, 4 de diciembre de 2009
La leyenda China de la Rosa Azul
Un poderoso emperador de la China, sabio y bondadoso, se sentía muy feliz en su palacio: su pueblo era dichoso bajo su gobierno y su hogar, un paraíso de amor y paz. Pero algo había que le preocupaba en grado sumo. Su única hija, tan bella, como inteligente, permanecía soltera, y no demostraba mayor interés en casarse.
El emperador quiso encontrar un pretendiente digno de ella, para lo cual hizo proclamar su deseo de casar a la princesa. Los aspirantes a la mano de la joven fueron muchos; por lo menos, ciento cincuenta. Pero la inteligente muchacha, encontró un modo de burlar la disposición que había tomado su padre. Dijo que estaba dispuesta a casarse para obedecer al emperador, pero muy sutilmente, pidió una sola condición para aceptar marido: quien hubiera de casarse con ella, debería traerle una rosa azul.
Los pretendientes se desalentaron ante ese pedido. Nadie había visto nunca una rosa azul. ¿En qué jardín del mundo florecería esa maravilla? Y con la seguridad de que hallar la rosa azul era una empresa imposible, la mayoría de ellos renunció a casarse con la bella princesa. Solamente tres persistieron: un rico mercader, un valiente guerrero y un alto jefe de justicia. El mercader no era un soñador, sino un hombre muy sensato. De modo que, muy sensatamente, se dirigió a la mejor florería de la ciudad, donde, con toda seguridad, debía hallar lo que buscaba. Se equivocó. El florista no había visto jamás una rosa azul en todos sus años de comerciante. Pero el rico mercader ofrecía una fortuna a cambio de esa extraña flor, y el florista prometió ocuparse de buscarla. Por su parte, el pretendiente guerrero, que había conocido tierras maravillosas en sus campañas, optó por dirigirse hacia el país del rey de los Cinco Ríos. Sabía que era un soberano riquísimo, en cuyo reino desbordaban los tesoros.
El guerrero partió acompañado de cien soldados, y aquella comitiva armada y deslumbrante, causó una profunda impresión en el rey de los Cinco Ríos, que temiendo un ataque, ordenó a sus servidores que corriera a traer la rosa azul para ofrecerla al caballero que la pedía. Volvió el criado trayendo en sus manos un estuche afelpado. Cuando lo abrió, el guerrero quedó deslumbrado. Dentro del estuche había un hermoso zafiro tallado en forma de rosa.
Sin duda era un presente real, y el guerrero, seguro de su triunfo, regresó con la joya a su país. Pero la princesa movió la cabeza al contemplar la joya. El presente del guerrero no era más que eso, una piedra preciosa, no una flor verdadera. Aquel regalo no correspondía a la condición exigida. Poco tardó el mercader en saber que su rival había fracasado, y volvió a urgir a su florista para que le consiguiera la rosa azul. El comerciante se desesperaba sin resultado alguno, hasta que un día, su esposa, mujer llena de astucia, creyó encontrar la solución. Nada más fácil que teñir de azul una rosa blanca, y con ello, el mercader lograría la mano de la princesa y ellos una cuantiosa fortuna. Imposible describir la alegría del rico mercader cuando el comerciante de flores le hizo saber que ya había encontrado lo que necesitaba. Corrió a la florería, tomó la flor de pétalos azules y no demoró un segundo en llegar al palacio. Y cuando todos creían que el mercader había alcanzado su premio, la inteligente princesa movió su bella cabeza y dijo: -Eso no es lo que yo quiero. Esta rosa ha sido teñida con un líquido venenoso que causaría la muerte a la primera mariposa que sobre ella se posara. No acepté la joya del guerrero ni acepto la rosa falsa del mercader.
Yo quiero una rosa azul. A su vez, el alto jefe de Justicia, que había asistido al fracaso de sus dos rivales, vió que el campo quedaba libre para él. Pensó mucho tiempo en la forma de hallar la rosa azul que la princesa quería, y por fin, una idea feliz surgió en su mente. Visitó en su taller a un exquisito artista, y le pidió que hiciera un vaso de porcelana fina, donde debía pintar una rosa azul. El artista se esmeró en su obra, y cuando se la presentó al alto jefe de justicia, no dudó éste ni un momento que el triunfo era ya suyo. Con esta seguridad se presentó ante la princesa. La joven quedó realmente admirada ante aquel trabajo. Nadie había visto nunca un vaso de porcelana tan bello y transparente, y la rosa azul en él pintada, lo convertía en una verdadera obra de arte. Pero aunque admitió el regalo y lo agradeció con gentil gesto, tuvo que confesar que no era una rosa pintada lo que ella quería. Mucho lo lamentaba, pero tampoco el alto jefe de justicia había encontrado lo que ella pedía para conceder su mano. La ingeniosa princesa se había salido con la suya, sin que su padre pudiera hacerle el menor reproche. Y desde entonces ya nadie volvió a hablar del casamiento de la princesa, ni se presentó ningún otro pretendiente a aspirar su mano, con gran regocijo de la joven. Pero poco después, ocurrió algo que debía hacerle lamentar su ingeniosa treta. Comenzó a hablarse en el palacio de un joven trovador que recorría el país entonando dulces canciones. Y una noche la bella princesa se paseaba con una de las doncellas por el jardín del palacio, llegó a sus oídos una dulce melodía. No dudó que se trataba del trovador de que tanto le habían hablado, y rogó a su doncella que los llamara. El trovador saltó el muro, y aquella noche cantó para ella sus mas hermosas canciones. La princesa y el trovador se enamoraron, y el joven volvió otras noches a cantar bajo sus ventanas. Cada vez mas grande fue su amor, y el trovador quiso presentarse ante el soberano para pedir la mano de la princesa. Entonces fue cuando la hermosa joven advirtió que la astucia que había empleado para alejar a sus pretendientes, impedirían que pudiera casarse con el trovador. Su padre le exigiría también a él que trajera la rosa azul. Y ella sabía que eso era imposible. Pero su enamorado la tranquilizó. Su amor todo lo podría.
Gran revuelo se produjo en la corte cuando se supo que un nuevo pretendiente se sometía a la prueba de hallar la rosa azul y que se presentaría con ella. El trovador atravesó por entre la fila de cortesanos y damas, y llegó hasta la princesa. Tendió la mano, y le ofreció una hermosa rosa blanca que momentos antes arrancara de su jardín. La princesa sonrió feliz, y con el consiguiente asombro de todos, manifestó que esa era exactamente la roza azul que ella quería. Un murmullo de sorpresa y de indignación corrió por el salón, y hasta el mismo emperador miró a su hija, como si creyera que se había vuelto loca. Pero la vio tan dichosa, que comprendió todo, cortó de inmediato las hablillas diciendo que la princesa era quien había exigido tal condición, y que si ella, tan inteligente como todos los sabios de la corte, admitía que la rosa que le presentaban era azul, nadie podía dudarlo. Así triunfó el amor de la princesa china.
Esta es una leyenda popular de la China Antigua, que quiero compartir con ustedes...
Mientras que la conocida leyenda tradicional occidental [que más adelante presentaré] presenta a la rosa azul como símbolo de olvido del amor verdadero, el saber popular chino, lo ha enfocado desde el punto donde el amor es perspicaz y todo lo puede; que en él, lo racional es solamente lo que uno se propone.
La rosa azul es inalcanzable... la rosa azul no es real.
Escrito por Maxwell Walt 23 hijos del aire libre
lunes, 16 de noviembre de 2009
Tribulaciones del Camino
Nací de la tierra... o al menos eso creen los gigantes despiadados. No se de donde vine ni a donde voy, sólo se lo que tengo que hacer y para qué vivo.
Era muy jóven cuando comenzó mi labor y ni siquiera mi madre era capaz de adivinar a que clase pertenecía, ya que mi cuerpo no era de los más enormes pero sí de una complexión muy dura y flexible.
El tiempo de mi clasificación se acercaba por entonces si no hubiera sido por la crecida de un río, súbita e infrecuente para la época, dijeron mis mayores, que asoló hasta lo que no se podía ver y llevó a la mayoría de mi gente; en lugar de mi desgracia fue una doncella criada la que me salvó, arrojándome desde piedras escarpadas a punto de sucumbir al agua hacia un loto con primer parada a tierra firme.
Varios soles extraviado sin noticias de la colonia, asimismo las contuciones desaparecieron velozmente; no pudiendo decir lo mismo del fango pegado a mis extremidades que causaron mi atraso. Un sol mucho más brillante me reanimó a buscar la tierra seca y fresca de todo el mundo... a donde podrían haber ido: la tierra de la colina...
El solitario recorrido comenzó antes del ocaso, precisamente al trepar una hiedra más larga que una lombriz, y en seguida matuve una corta conversación con unos sujetos inagotables, que indudablemente antes de morir de cansancio por sus andares, perecerían si no acordaran el ritmo sus decenas de patas; al rato les dí mis gracias.
En primer lugar evitaría cualquier laguna conocida por muchos como resguardadora de batracios, que salvo las termitas, nadie merece acabar en su pegajosa lengua. Y como era de esperar me encontré con laberintos de enredaderas en los que pasé mucho tiempo.
Fue ahí donde hallé a dos hermanos míos, con unos soles más en edad y mutilados a causa del enorme desborde: uno perdió una pata delantera, valla problema; el otro una pata trasera y media, que rengueaba más aún. Gemelos orgullosos los llamé, porque les pedí "por favor" mi asistencia el total de veces como extremidades tengo, y hasta el final llegamos y me agradecieron.
Podría estar horas contando las grandes hazañas que experimentamos y los amigos que hemos hecho, hasta batallas con termitas solitarias... ¡pero claro!, no todo fue grato. Sucedió que en un crepúsculo, en el risco donde mandé a avistar a un buen grillo, este fue aplastado de arriba a abajo por un escorpión negro.
Fue nuestro enfrentamiento más duradero, ya que su piel era tan poderosa al igual que mis propias mandíbulas, las más aptas; ese día vencimos quince guerreros peleando a la par, aunque sufrí la baja dolorosa de mi querido amigo grillo envenenado, y mareado por este también le pedí perdón... y no lo aceptó, y me besó.
La vida me hizo del tipo guerrero porque así lo he decidido desde el momento que caminé hacia el lado opuesto del río. Aunque en la copa del último notro no había noticias de mi colonia quise comenzar a creer que fuí el primero en llegar.
Pero lo que me había llamado la atención fue un gigante, que en su tristeza musitaba el dolor de no poder llegar a la cresta de la montaña. No comprendí hasta ahora su propósito de vida, el sentido de querer llegar al pico más alto sin poder agradecer el [corto] trayecto hasta una colina.
Al quinto día, una abeja me hizo saber que los míos se encontraban del otro lado de un camino de gigantes, sin embargo... ya sería otra historia.
[ ¡Muy buenas a todos mis amigos bloggeros!
He desaparecido un tiempo gracias al trabajo que me enganchó con un anzuelo de pezca, un bien necesario =)
Disculpen si tardé en responderles, los saludaré uno por uno mientras vuelvo por estos andares =D
Abrazo cálido, y gracias siempre por sus buenas vibras. ]
Escrito por Maxwell Walt 27 hijos del aire libre
viernes, 9 de octubre de 2009
Dos situaciones
Tres largos meses pasaron y una amiga ha vuelto de Vancouver. Algunos no se imaginan la terrible vida agitada que puede llevar un turista, y más aún, cuando éste viene acompañado de estudios intensivos e insólitos espacios que recorrer. Lugares nuevos, gente nueva...
Tres meses y había llegado a su país, teniendo la acogida cálida de sus hermanos, madre y padre. Entró a ese cajón, nostálgico mientras lo ocupa el tiempo, que uno solo lo usa en la cotiniedad: su cuarto.
El primer día; tratar de exprimir todas las anécdotas posibles vividas, contar como se lo ha pasado de bien. ¿Fotos...? muchas... es esa emoción de saber que tienes algo tuyo en casa. El segundo día se acomoda más tranquilamente frente a laPC, al igual que muchos venideros.
Un fin de semana aventé los zapatos, y ya con el café amargo preparado, estiré las piernas sobre la mesada de palisandro... ¡Que con gusto...! reconforta con su dureza de calidad.
Me gustan las despedidas pero más aún los recibimientos. Ese en especial fue más amargo que el mismo café; una amiga triste es algo que no puedo tolerar en este mundo... ¿la razón?: las jornadas pasaban... mejor dicho, desde que pasó el segundo día la familia completa volvió a los quehaceres y era para el mundo como si ella no existiera; no veía ni a su sombra para poder conversar. ¿Fácil deducción, verdad? un trimestre y se encuentran nuevas motivaciones...
[Un instante para hacer una pausa]
La gente cree que para entender y más aún comprender la frías tribulaciones de una persona, tiene que pasar por lo mismo, una cosa en desacuerdo de la cual estoy. Sentimientos son sentimientos, y al igual que las emociones, uno vive su propia realidad.
{Otro instante más de pausa y media...}
Sin muchos detalles sobre una 'casi travesía' en plena ruta, había despertado en un día de adolescencia sobre la cama de un hospital con mi memoria hecha aire, pudiendo haber estado de mal humor si hubiese existido alguna posibilidad de evocar mi repulsión por el aroma hospitalario. Según casos como el mío, en la primer semana mi pérdida era casi absoluta, presentando grandes mejorías en la segunda, aclarando que: recordé mi nombre, algunas de mis aficciones y antes, parte del prolongado conocimiento de mis oficios.
Llegué a mi casa (donde mis padres trataron de dejar detalladamente todo como estaba antes de mi partida, por indicación del médico), la tortuga se asomaba buscando comida bajo el sofá color cian, siendo la primera impresión que más retuve hasta el día de hoy, y no poco significativa... toda la atención fraternal el primer mes. No había perdido la costumbre de irme de casa sin avisar, seguro tenía mis motivos que ya no los recuerdo o fue mero instinto, y que en la alusión me ayudó, estando sentado en la plaza que tanto he vivido. Mezcla de rulos y brisas danzando sobre mi cara, manos pegoteadas de helado jugoso que sacudía libre detrás del ombú, elevando el olor kiwi. La preocupación ni era aparente... todo celeste y sereno.
Y en el mejor trecho de reconstruir el espejo de recuerdos, cuando mi mente adquiría [recuperaba] todos los conocimientos descarriados, mi corazón se sumía en oquedad.
Bastaba crecer una vez más para ver la realidad de las cosas. No es que nadie sienta afecto por uno, es más, creo que están allí; somos seres independientes (y más aún de mentes).
La vida sigue... la regla es ajustarse en el trayecto. Después de todo es la 'voluntad' lo que hace que sigamos movilizándonos avante.
Ahora... le comenté parte de mi pasado a mi querida amiga y parece que las mejillas están rojas gracias la sonrisa de oreja a oreja.
¿Quién dijo que el cambio es malo? Nunca se sabe lo que puede venir luego...
-Pensaba compartir esto hace ya algunos días, pero una vez más me ocupé con una maraña de responsabilidades. Espero que les sea útil esta experiencias paralelas =) -
Maxwell Walt.
Escrito por Maxwell Walt 13 hijos del aire libre
miércoles, 23 de septiembre de 2009
Di adiós por mí
Para la disciplina, mi mente no es un lugar de dudas y miedos; no se puede volar sin tener un pie sobre la tierra. Para los androides, se basa todo en disciplina programada.
Y a veces fui obligado a sentirme como lo que soy, un ser humano. En contra de reglas y en contra de la forma en que nací.
Ahora estoy de pié tras los vidrios de una enorme plataforma gris. Donde minutos en el pasado había estado en un pequeño cuadrado gris, rodeado de sogas elásticas y luces: de esas que queman la retina y algo más, si uno no enfoca en el objetivo.
El rugido del enorme dragón seguido del zumbido de sus estáticos aleteos, me hacen recordar el previo entusiasmo de la muchedumbre pidiendo más sangre a los puños manchados de un rojo claro. Los altoparlantes de la torre de control, eran mi mente que se apresuraba a decirme como tenía que actuar… esa disciplina por momentos apartada.
Tras el vidrio radiante y perfecto, yo, que lo veo roto a fragmentos cayendo infinitamente al duro concreto de la playa, sin nunca llegar a transformarse en polvo de cristal… te busco. Te busco con la esperanza de creer que te encuentras respirando tras mi cabellera enrulada y mi nuca, que otro dragón no te haya cargado a su vuelo.
Salí corriendo luego de las batallas ganadas, importantes para mi espíritu y mi honor, con un haz de luz de esperanza entre mis ojos.
El dragón se desliza por el camino de antorchas, y te busco entre los ojos de bueyes, algún reflejo que me indique tu presencia. Pidiendo que el derrumbado vidrio me ofrezca la fluorescencia que necesito de entre tanta mezcla de luces.
Tenías razón cuando me dijiste aquel día que la belleza de mis ojos es un pecado. Lo mucho que me cuesta ver la luz. Y así veo cuan acertada que estás.
Por tomar la espada antes que el corazón, tal vez, estoy perdiendo lo que parece una silueta entre cientos de ojos que se elevan al cielo.
Maxwell Walt.
Escrito por Maxwell Walt 15 hijos del aire libre
lunes, 7 de septiembre de 2009
martes, 25 de agosto de 2009
Espíritu
Si le preguntan a los ayudantes de aquellos de alta jerarquía; si le preguntan a los de alta jerarquía, o a sus superiores y escasos viejos Druidas, sin duda van responder en unanimidad y conformidad en que hay veces donde la Madre actúa en concepto de mostrar algo específico y vital...
Siempre alejado del grupo de caza, amarraba la hamaca entre dos arbolitos delgados y fuertes. Ponía a masticar un palote de yuyo mientras esperaba que se alejen las pisadas de la molesta compañía de caza; quedaba molesto unos minutos largos y descansaba.
Anteriormente tuvo problemas con la ley, varios encarcelamientos provisorios de uno o dos días en celdas temporales por atacar a la gente de armas de fuego, ganándose la dureza de su padre y visto como un rebelde por todos. Pero eso no le importaba en absoluto. Es que su abuela le inculcó el amor por la naturaleza y todo lo que confiere esta; contrario a su padre que nunca aprendió el amor por los seres más débiles y era sin más, otro de estos boinas rojas cazadores.
Muchos años estuvo enojado con su padre; el día que trajo el cadáver de una loba, enorme, más aún que las más enormes, y de brillante pelaje, la arrojó sobre un tablón y se comunicó con las autoridades para recibir la merecida recompensa. ¿Por qué recompensa? ¿Es justo criminalizar a un animal por ciegos ataques que ocurren dentro de la oscuridad del bosque? ¿Es justo si nadie la ha visto? ¿Si esa no es su naturaleza?
Ese día la abuela se fue durante largas jornadas sin dar especificaciones.
Ahora recostado sobre la hamaca, acariciaba el suave atrapa-sueños colgado de su cuello, obsequiado por su abuela no más de cinco años atrás, y sonrió. Seguramente se imaginó sonriente, porque entre la línea que separa la vigilia del sueño, es seguro a ciencia cierta que lo haya imaginado, y no movido algún músculo. Así entró en el sueño. Abrió los párpados, miró pasivamente unos segundos al sol que parecía no molestarle los ojos... no le molestaban los ojos. Los abrió más aún... y todo estaba en blanco y negro: ¡la luz estaba muerta y seguía iluminando! De un salto caía de la hamaca; desentendido notaba la destreza con que se movía, notaba el piso más cerca de lo normal; observaba... que él mismo dormía elevado sobre una madriguera de pequeños lobos. Verdaderamente le había llamado más la atención, no verse a sí mismo, sino una larga, luminosa y flexible cuerda que se amarraba por debajo de la camisa a la altura del pecho. Los detalles de la camisa, colores y botones, era tan claros... los detalles y las formas.
El instinto lo impulsó de manera súbita; corría de prisa... era el olfato trabajando. Algo que percibía en el aire, un olor diferente que en sus veinte años no recordaba olerlo; llegaba a un charco de color oscuro [en su visión monocrómica] e inmediatamente se vió bebiéndolo.
Susurros... como cintas en forma de sonidos que flotaban hasta su agudo oído. Cintas que eran cada vez más numerosas y apretaban con más fuerza, hasta que lo obligaron a dejar de beber. La fronda se sacudió al momento que aparecía un hombre como si fuera un fantasma, seguido de dos fantasmas a sus lados y portando armas de fuego. Para cuando apuntaron la presa había escapado; dejó la evidencia que los cazadores querían: la sangre.
No se agitaba. Ya era de noche y la luz apagada no iluminaba, pero la visión aguda le permitía ver la rudeza de la maleza. La sed era persistente, lo empujaba al claro del bosque; comenzó a beber, no se había atiborrado de líquido para cuando se vió reflejado. No era él: facciones alargadas, ojos redondos y fieros, claros, porte noble y pelos en abundancia. Lo que veía era algo más, pero ahora era él.
Era tiempo de pensar algo conciso ya que las risas que escuchaba no lo tranquilizaban, al contrario, los gritos de lo que parecía una joven, estarían muy cerca.
Agazapada contra un árbol, ramas que atravesaban su pulóver rosado y sucio, se cubría la cabeza con los antebrazos una joven rubia de pelo corto; las risas de un animal horrendo y nauseabundo que no la dejaban respirar y una noche color muerte. Griffin, o lo que podría ser algo de Griffin, saltó tomando una bocanada de cólera hiriendo la cruz del animal, samorreándolo y obligándolo a escapar. El miedo era más grande para la mujer, y corrió desapareciendo en la confusión.
El margen no era la opción: siendo un ser humano, Griffin se hacía con la ventaja; siendo algo que veía borroso en un lago, la aprovecharía aún más. No importaba nada si él tenía la ventaja, y en ese momento lo necesitaban. Olfateando el suelo siguió los pasos de la joven; cuatro o cinco minutos después la divisó cerca de un vehículo, y no llegaba a acercarse más a causa de sus patas que estaban desapareciendo. Su pelaje casi invisible, y todo cuanto viera, incluso la cuerda, estaban borrándose.
La abuela de Griffin se despertaba a media madrugada algo agitada, las pesadillas la acosaban seguido en ese entonces. Preparaba un té blanco y se ponía en posición de observatorio a avistar luciérnagas sobre la fronda; tejer era una alta probabilidad para amigarse con el insomnio, no tan alta cuando se apagaron las luces saltarinas que llamaron su atención. Un golpe hueco sonó cerca de la guardilla de aprovisionamiento, un tanto alejada de la casa; resguardada en la bata salió en la húmeda noche. Lo único que vió fue un poco de pelaje blanco revuelto entre el rastrillo que su hijo no guardó bien, y que ahora se asomaba sobre el follaje. Se dio cuenta de un camino hecho por gotas de sangre, como si alguien que no tenía tiempo de esperar a su sombra, volaba.
Con el pelaje en la mano, salió en busca del padre de Griffin, su hijo… los gritos los consumía el aire, porque no llegaba más que a las orejas de una pareja de topos bajo la tierra o ciempieces bajo una baldosa. Mirando el trozo de pelos vaciló; sabía que algo malo pasaba si su hijo encontraba la pequeña madriguera de lobos. Su tarea sería llevarlos lejos, siempre que el secreto se fuera con ella del brazo, porque así lo hizo siempre y la vejez de su cara ha recibido el agradecimiento hasta de los jabalíes.
Cómo se imaginó, estaba todavía durmiendo apaciblemente, pero el Griffin que miraba furtivamente desde abajo y a oscuras, se volvía más débil.
Débil por ver a sus crías indefensas, y porque si bien se movía a libre albedrío no llegaba a entender la eternidad en su corazón; aullaba. Lo último que escuchó fue el estruendo de oído a oído, el peso de su cabeza cayendo al verde pasto atravesada por la bala de un cazador, y el grito de una vieja.
Los ojos a punto de salirse, las pupilas contraídas y una desesperación súbita que llegó con la primera bocanada de aire. Los primeros segundos no se había inmutado, solo tembló y sacudió el cuerpo, algo que suele pasar por contracciones naturales o por algo que entra bruscamente al cuerpo. Se incorporó: la siguiente reacción fue mirar alrededor ignorante y ya agachado miraba por debajo de la hamaca, que no había nada de lo que pudo ser un sueño, sino una marca de tierra machacada y muerta alrededor del verde. Y cayendo vencido al suelo, quedó arrodillado largas vueltas de reloj, con la cabeza metida en el pecho, atrapado por la gravedad que le curvaba la espalda.
Hubiera querido creer, que el recuerdo de lo que podría ser un llanto en su vida, estuviera dedicado a un ser querido. Pero cuando el barro erosiona desde lo más profundo del corazón, ¿quién lo detiene?
Los Druidas han dicho que venimos al mundo sabiéndolo todo, solo que no lo recordamos; reencarnados en otro animal, tenemos que volver a cumplir el ciclo de la vida para luego olvidarlo y volver a la Madre.
Cómo una ola rompiendo en el arrecife, llegó la salitre de conocimiento al corazón triste de Griffin, comprendiendo lo que había pasado.
Más arriba que el árbol más alto del pie de la montaña, escaló su segundo hogar; porque él todo lo conocía desde su nacimiento [o tal vez de antes]. Bajó al valle del otro lado del muro de su pueblo quedando parado frente a la Laguna de las Nueces, como la llamaban los nativos. Sabía lo que buscaba, Abuela siempre le contaba historias y leyendas de ese lado de la montaña, pero la loba estaba muerta desde hace años y nada podía hacer que vuelva. La misma loba que lo enfrentó con el padre.
El ocaso llegó en unas horas. Griffin estaba en una posición tensa sentado sobre una roca caliza; ante todo el aire se respiraba muy bien de este lado de la ladera; la humedad era filtrada por la montaña haciendo del aire una cálida brisa matinal con olor avellana.
Irguiéndose en cámara lenta, giró y se fue con el corazón entre las manos y arrastrando la cabeza gacha; porque era mejor irse a esa hora que reptar en la oscuridad de rocas abruptas y de pumas.
Lo último que se puede decir de aquel día no es mucho, solo fue mucho para el corazón del muchacho que esperaba a una loba a sabiendas que nunca la encontraría, y en su lugar, contempló varias veces una loba.
Aullidos llegaban de las Nueces… voces de la eternidad que le comunicaban la continuación de la vida. Respirando el último aire seco, tomó con su mano derecha el atrapa-sueños hecho con pelo de loba que le obsequió Abuela… y sonrió.
Maxwell Walt.
Escrito por Maxwell Walt 6 hijos del aire libre
lunes, 17 de agosto de 2009
Cielo
De una vez por todas, otra vez, hay un ruido raro en el aire que solo uno parece escuchar. Si tengo abrigo de más se queda sobre la cama; y subo a las tejas de mi casa. Pensando en las cosas que podría haber hecho, aquellas que hice mal, y también aquellas en las que incluye a varias personas en vivencias horrendas, lindas y enormes.
¿Muchos son los que subieron en algún que otro momento a la cumbre de su casa?
El hecho en ocaciones no es pensar en algo particular... y pensar, perderse. Es dejar la mente vacía y contemplar el cielo cubierto de nubes débiles flotando como polvo a desaparecer, que no llega a tener ese color celeste consistente, perdiéndose en la blanca monocromía...
Bajo de las tejas, veo la máquina preparadora de café. Sigo escribiendo.
Maxwell Walt.
Escrito por Maxwell Walt 6 hijos del aire libre